lunes, 22 de agosto de 2011

CAP. 20

Se le formó un gran nudo en la garganta al tiempo que Tom se estiraba, y sacaba pecho contra el dolor que sus palabras parecían infligir en él.
-Porque el amor que sentía por tu hermano -continuó conmovida-, no es nada comparado con el que siento por ti.- Tom abrió los ojos de par en par, mirándola a la cara con esperanza.-Bill fue el padre que perdí, el amigo que nunca he tenido, una figura de fantasía que satisfacía algunas de mis necesidades de colegiala. Pero tú tenías razón... estaba tan alejado de la realidad como los personajes de los libros que tanto amaba. Aunque llegamos a querernos y apoyarnos el uno al otro, él no era, y nunca podría haberse convertido en mi amor, en mi amante en el verdadero sentido de la palabra. Ahora me doy cuenta. Bill era un hombre con poco impulso sexual, que se sentía más a gusto pensando en el sexo que haciéndolo. La única vez que estuvimos juntos fue un desastre. Bill lo sabía, pero yo... yo era muy ingenua y pensé que las cosas podían mejorar con el tiempo.
Agitó la cabeza, sonriendo con tristeza por el recuerdo.
-Bill, sin embargo, era mucho más listo de lo que ninguno de nosotros podemos pensar. Creo que nos unió porque notó la química que se había producido entre los dos desde el principio. Sí, también me doy cuenta ahora. ¿Por qué si no yo me ponía tan nerviosa cuando estabas cerca de mí? ¿Crees que normalmente me sonrojo y tartamudeo como una niña ingenua del siglo dieciocho? ¡Te aseguro que no! Pero tú... contigo, Tom, era un desastre continuo.
-¿Me estás diciendo que siempre me has querido? -preguntó él, totalmente asombrado.
-No, igual que tú, no lo creo. Pero sí creo que el deseo que sentimos al principio se convirtió en algún momento en amor. Llegamos a conocernos mejor y nos gustó lo que vimos.
-¡Qué sabia! -murmuró él-, ¡alguien tan joven!- Se acercó lentamente para situarse a su lado y tomar su mano. -No estoy seguro de que te gustase lo que viste, pero yo sé que me gustó mucho lo que vi. No creo que merezca tu amor, cariño mío, pero lo voy a guardar como si fuera la joya más preciada. Porque tu amor es un tesoro inapreciable. Inapreciable...
Se inclinó y levantó la palma de la mano de _____ hasta sus labios, besándola de forma muy tierna durante un rato largo e íntimo. Por fin, abrió los ojos y bajó su mano.
-Maud y mi madre están en el pasillo, esperando verte -dijo-, ¿puedo llamarlas?
-Por supuesto.
-Y Wilma no ha parado de llamar por teléfono. Debo llamarla ahora que estoy seguro de que estás bien.-Claro.
-¿Prometes amarme toda la vida, hasta que la muerte nos separe?
Ella sonrió.-Claro...


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-¿Estás segura de que te puedes hacer cargo?
-He tenido hijos, _____ -dijo simone con firmeza-. Un niño de cinco meses no me va a dar ningún problema. ¿Verdad que no, Bill? -dijo acariciando la barbilla del bebé. Bill seguía durmiendo como si tal cosa.
-Es un niño muy bueno -le aseguró simone-. Deja de preocuparte.
_____ miró a su hijo y se volvió a sorprender. Aunque era la viva imagen de su padre, con su pelo negro y sus fuertes extremidades, también compartía con aquel que le daba nombre su tranquila naturaleza. Le había ilusionado mucho que Tom propusiera Bill como nombre para el niño. El gesto significaba mucho para ella. Desde que había nacido su hijo, Tom era un hombre mucho más tranquilo en general. Adoraba al pequeño Bill. _____ estaba encantada con el niño, aunque trataba de disimularlo un poco. Ella se había dado cuenta de que ser esposa y madre requiere hacer malabarismos con los sentimientos, por lo que había accedido a la propuesta de Tom, de irse una temporada juntos para estar solos. _____ estaba más que deseosa de tener a su atractivo esposo sólo para ella, pero le resultaba difícil abandonar sus responsabilidades maternales.
-He dejado una nota con sus costumbres en el tablón de la cocina -dijo por enésima vez.
-Sí, querida -simone era la paciencia personificada -. Si tengo alguna duda, siempre puedo llamar a Maud. Y en caso de desesperación, incluso puedo llamar a los padrinos de Bill.- _____ notó cómo la dominaba el pánico.
-¡Pero Wilma no ha tenido ningún niño! Y Harvey es un inútil con los niños. Eso dijo él.
-Deja de armar tanto revuelo, _____ -dijo Tom cariñosamente mientras bajaba las escaleras con las maletas en la mano.- _____ suspiró.
-Supongo que estoy empezando a convertirme en una quisquillosa.
-Y por eso necesitas un descanso. Vamos, tenemos que llegar pronto, de lo contrario perderemos el avión -Tom puso las maletas cerca de la entrada principal y luego volvió para darle a su madre y luego a su hijo un beso en la mejilla-. Adiós, hijo. Mantén a tu abuela a raya y no la dejes que te meta en clases de ballet todavía.- simone pareció avergonzada.
-Pero le puedes poner a Mozart -sonrió él, haciendo que su madre y su esposa lo mirasen con sorpresa-. ¿Preparada, _____?
-Sí. ¿Te has despedido de Maud?
-Claro que sí. No te molestes en salir a despedirte, madre. Hace viento y Bill podría resfriarse. Hasta dentro de dos semanas. Ábreme la puerta, _____. ¡Madre mía, cuánto pesan estas maletas!
Cuando la puerta se cerró y el niño ya no estaba a la vista, _____ dirigió sus pensamientos hacia las vacaciones que la esperaban.
-Piénsalo. Dos semanas en una isla tropical. ¿Estás seguro de que no nos olvidamos de nada, Tom?
-Sólo el fregadero de la cocina -bromeó-, y no estoy seguro de que no lo hayas metido en la maleta. ¿Se puede saber qué tienes aquí dentro? -preguntó mientras metía las maletas en el maletero.
-Sólo ropa.- Le guiñó un ojo, mientras se acercaba para abrirle la puerta del coche.
-No vas a necesitar mucha.
-Tú tampoco -respondió ella sonriendo.
Tom se inclinó para ayudarla a ponerse el cinturón de seguridad, aprovechando el momento para besarla. Maud los interrumpió, llegando como una exhalación desde la casa y bajando a toda prisa la escalinata.
-Menos mal que he llegado antes de que os hayáis ido. Wilma acaba de llamar para desearos buen viaje y decir que no os preocupéis por nada de la oficina mientras estéis fuera. Dice que lo tiene todo controlado.
-No lo dudo -murmuró Tom por lo bajo-. Para cuando vuelva ella ya tendrá toda la compañía bajo su mando.
-Eres tú el que le ofreciste una participación -le recordó _____ con discreción.
-En un momento de debilidad antes de que naciese Bill. ¡Esa mujer es un vampiro! -se estiró para dedicarle a Maud una sonrisa de despedida-. Gracias, Maud. Si hablas con Wilma, dile que no haga nada que piense que yo no haría.
-Lo cual la da un amplio abanico de opciones -comentó divertida _____ mientras salían en el coche.
-No es verdad -replicó él-. Resulta que soy un empresario muy conservador.
-No eres tan conservador en el dormitorio.
-No hago caso de tus quejas, esposa mía. No he tenido muchas oportunidades de demostrar mis talentos últimamente.
-Por esa razón nos vamos a Bora -Bora durante un par de semanas. Piensa, Tom. Paseos a la luz de la luna sobre las arenas blancas, bañándonos desnudos a medianoche en las aguas cálidas, compartiendo una hamaca bajo las palmeras. ¡No puedo esperar!
-Tú sigue con las descripciones y el que no podrá esperar seré yo-se quejó él.- Se miraron el uno al otro, con los ojos brillando de emoción.
-Te quiero tanto, señor Kaulitz -dijo con suavidad _____.
-Y yo a ti, esposa mía.
-Sólo habría una cosa que haría nuestras vidas perfectas.
-¿Cuál?
-Un hermanito para Bill.
-¿Ya quieres otro hijo?
-No es eso. Sugeriste que tomase la píldora durante una temporada, y el doctor me recetó unas. Debería haber empezado a tomarlas la semana pasada, pero yo... no lo hice.
-¿Y dónde están? -preguntó él frunciendo el ceño.
-Yo... esto... me las he dejado en casa.
-Se las ha dejado en casa -repitió él con sorna. _____ tragó saliva.
-No te importa, ¿verdad?
-¿Importarme? ¡Estoy muy decepcionado!
-¿Si? Lo siento. En ese caso yo... Yo...
-Y yo que pensaba -interrumpió él-, que cuando llegase al aeropuerto podría abrir tu maleta y tirar las malditas pastillas para aligerar el equipaje.
-Tom Kaulitz, me estás tomando el pelo.
-¿Me crees capaz de hacer tal cosa? -sonrió él.
En una ocasión no, pensó ella. Cuando lo conoció, él nunca habría hecho una cosa así. Pero ahora era un hombre diferente, en todos los sentidos. El amor lo había cambiado. Era tan feliz. Eran tan felices los dos.
-A ver qué te parece -dijo él con una sonrisa maliciosa y un brillo en sus ojos marrones-. ¿Qué te parece si al llegar al aparcamiento abro tu maleta y nos dejamos toda tu ropa interior?
-Tom Kaulitz, no pienso hacer tal cosa. ¡Compórtese!
-Ni hablar. Ésta es la primera vez que te tengo para mí desde hace meses y no voy a perder un minuto. ¡La ropa interior se queda aquí! Y puedes empezar con esas bragas de algodón que te he visto ponerte esta mañana. ¡Quítatelas!
-¡No puedo hacer eso! -protestó ella-. Estaría incómoda todo el tiempo. No podría mirarte sin saber que tú sabes que voy desnuda por debajo.
-Esa es la idea.
-Ah...
Cuando ella enrojeció, él rió. Su mano acarició su mejilla.
-Te quiero, señora Kaulitz. Si la idea te da vergüenza, olvídalo.
-Yo... me lo pensaré.
-Hazlo, cariño.
Ella le dirigió una mirada, consciente de que él dependía de que ella se lo pensara. Y al final ella haría lo que él quisiera. ¡Siempre terminaba haciéndolo! Por otra parte, siempre terminaba queriendo lo que él quería. Su dulce risa era signo de que aceptaba su debilidad. ¡Amaba tanto a ese hombre!
-¿Puedo conocer el motivo de tu alegría? -preguntó él, sonriendo.
Ella le devolvió la sonrisa.
-Claro que sí, mal hombre. En la primera oportunidad que se te presente…

FIN

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