viernes, 29 de julio de 2011

CAP. 8

-No, Dios mío, no -gritó, mientras que con manos temblorosas se ponía unos pañuelos y se dirigía otra vez a la cama. Eran las dos y cuarto. A aquellas horas, todo el mundo estaría en la cama, dormido. _____ empezó a sentir pánico. ¿Qué iba a hacer? Tendría que despertar a alguien. Alguien la tenía que ayudar. Lo mejor sería despertar a Maud. Desechó inmediatamente la idea de llamar a Tom. No podría soportar su mirada, acusándola, cuando le dijera lo que le pasaba. No podría. Tendría que avisar a Maud. El problema era que Maud dormía en su propia casa, situada detrás de los garajes. Un poco lejos. Otra punzada de dolor hizo doblarse a _____. Se puso las manos en la tripa y poco a poco salió de la habitación. Sabía lo que eran dolores de regla, pero aquello era una tortura. Tenía la sensación de que iba a perder el hijo de Bill
Empezó a bajar las escaleras, sintiendo una punzada en cada escalón. A lo mejor, después de todo, había alguna esperanza. A lo mejor le ponían una inyección y se curaba. Cuando llegó al final de las escaleras, le sorprendió ver todavía la luz del estudio encendida. Tom estaba todavía levantado. De pronto, sintió otra punzada, como si le clavaran un puñal en la tripa y no pudo evitar emitir un grito de dolor. De pronto, se abrió la puerta del estudio y apareció Tom. _____ estaba haciendo todo lo que podía por permanecer de pie. Tom se quedó pálido, y con un rictus de dolor en la cara se dirigió a ella.
-¿Qué te pasa, _____? -le preguntó, con voz ronca-. ¿Estás enferma?
-Estoy sangrando -le dijo, con voz entrecortada.
-¿Sangrando? -repitió él, sin saber qué decir.
-Sí -dijo ella. Las lágrimas que había tratado de reprimir, empezaron a recorrer sus mejillas-. Oh, Tom -gritó ella-. Creo que voy a perder al hijo de Bill.
Por un segundo, pareció quedarse mudo. _____ se doblaba de dolor, él se acercó corriendo y la sostuvo en brazos, apoyándola contra sí.
-No, no lo vas a perder -gruñó él-. No, si yo puedo evitarlo -y empezó a llevarla de nuevo escaleras arriba.
_____ sollozó, se abrazó a él y puso la mejilla contra su pecho.
-No te enfades conmigo -le dijo, medio llorando, mientras él la llevaba a su habitación-. No he hecho ninguna tontería. De verdad que no la he hecho.
-Ya lo sé -le dijo él, tranquilizándola, mientras la dejaba con suavidad en la cama-. ¿Estás sangrando mucho?
-No demasiado -contestó. Pero cada vez le dolía más.
-Voy a llamar al médico -le dijo Tom-. ¿No sabrás el número?
Ella movió de lado a lado la cabeza.
-No de memoria -respondió-. Pero lo apunté en el listín de la mesa del vestíbulo. Se llama Henderson.
-Voy a llamarlo.
_____ no quería que la dejara sola, pero sabía que no había más remedio. Los cinco minutos siguientes fueron interminables. No despegó los ojos de la puerta, relajándose un poco cuando apareció Tom otra vez. Se acercó a ella y se sentó en la cama, a su lado. Qué fuerte era, pensó ella. Y qué amable. Lo había juzgado mal. Muy mal.
-No te asustes -empezó a decirle-. Pero el doctor Henderson me ha dicho que te lleve al hospital. Ha enviado una ambulancia. Va a venir enseguida. He llamado a Maud. Se está vistiendo. Va a acompañarte.
-¿No puedes venir tú? -le preguntó, con voz temblorosa.
Aquella petición pareció sorprenderlo.
-¿Quieres que vaya contigo?
-Sí. Me sentiría mejor si vinieras. Prométeme que vendrás. Prométeme que no me dejarás sola.
-Te lo prometo -le dijo.
_____ cerró los ojos y suspiró.
-Gracias -susurró.


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Perdió el niño, y Tom la tuvo que dejar cuando se la llevaron a la mesa de operaciones. Pero la estaba esperando cuando la llevaron a la habitación del hospital al cabo de un par de horas. Cuando metieron la camilla se levantó, observando en silencio cómo la colocaban y acomodaban en la cama.
-Deberías haberte ido a casa, Tom -fue lo primero que le dijo, cuando se quedaron a solas-. Debes estar agotado.
-Una promesa es una promesa, _____-le dijo, mientras acercaba una silla al lado de la cama y se sentaba en ella-. No habría podido dormir, aunque me hubiera ido. ¿Qué tal estás?
-Bien, supongo -le dijo, encogiéndose de hombros.
-No tienes que reprimir nada, cariño. Si quieres llorar, llora. Porque yo estoy a punto de echarme a llorar.
-¿Tú, Tom? -le preguntó ella, sorprendida.
La verdad es que parecía estar muy triste. Más que triste, destrozado. Lo observó detenidamente y vio que tenía los ojos inyectados en sangre.
-Ya sé, ya sé -dijo él, mientras se pasaba una mano por el pelo-. Estoy horroroso.
-Pareces agotado. La verdad es que deberías irte a casa.
-No -respondió él-. Me quedo.
Se produjo un silencio, en el cual _____ cerró los ojos y se dejó llevar por la depresión. Sabía que aquella sensación de haber defraudado a Bill no la abandonaría jamás. A lo mejor tenía que haberle dicho al médico el historial médico de su madre. De haberlo hecho, posiblemente todo aquello se habría podido evitar. El miedo a que ella pudiera haber heredado de su madre la incapacidad de tener un niño los nueve meses, la desconcertó.
-Espero que no te eches la culpa de todo esto.
_____ abrió los ojos al oír las palabras de Tom. Se encogió de hombros, incapaz de confirmarle o negarle lo que estaba sintiendo. ¿Era culpa? ¿Desesperación?
-Estuve hablando con el médico -continuó Tom-. Y me dijo que lo que te ha ocurrido es normal, cuando el feto no se desarrolla bien. Me dijo que tenía la sensación de que algo iba mal cuando viniste la última vez, que por eso te mandó una ecografía. Pero que no te dijo nada, por miedo a preocuparte.
-Mi madre tuvo bastantes abortos -le dijo-. A lo mejor a mi me va a pasar lo mismo.
-Lo dudo, _____.
-Pero podría ocurrir-aquel pensamiento la aterrorizaba, porque ella siempre había querido tener un montón de niños.
-No saques conclusiones precipitadas. Pregúntaselo al médico cuando lo veas.
-Está bien -suspiró ella, y guardó silencio.
-Háblame de tu madre, _____ -le pidió Tom, al cabo de un rato-. Lo único que sé es que murió antes de irte a vivir con Bill. También me contó que tu padrastro había intentado convencerte para que te casaras con él. ¿Es verdad?
Ella asintió.
-Me padrastro era italiano también. Mi padre no era italiano. Era australiano. Mi madre lo conoció en el colegio. Era profesor de inglés.
-Apuesto a que a sus padres no les gustó eso.
-Sus padres murieron mucho tiempo antes, en un terremoto en Italia. A ella la enviaron aquí a Australia, a vivir con su tío y su tía. Parece ser que era un poco rebelde y que nadie la podía controlar. Se casó con mi padre, nada más acabar el colegio y yo nací a los nueve meses de que ellos se casaran. Después tuvo dos abortos y los médicos le dijeron que era mejor no intentarlo más, que podría ser peligroso.
-¿Y lo intentó?
-Con mi padre natural no. Pero después de morir él, de un ataque al corazón, se casó con joe Era su primo en segundo grado. Entonces fue cuando nos trasladamos a vivir a una granja a las afueras de Lithgow. Joe quería tener un hijo. Mi madre, la pobre, intentó año tras año tener un hijo, y siempre lo perdía. Yo me acuerdo de discutir con mi padrastro y decirle que la estaba matando. Calló unos instantes. Luego continuó:
-Un día, cuando yo ya tenía dieciséis años, mamá tuvo su quinto aborto, y él y yo tuvimos una fuerte discusión. Me dijo que la función de las mujeres era tener hijos y que si mi madre no le podía dar uno, entonces tendría que buscar a alguien más joven que se lo diera. E intentó... ya sabes. Luché con él y agarre un cuchillo y le dije que si se acercaba a mí, lo mataba.
-No me importaría nada, encargarme de ese cerdo yo mismo -gruñó Tom-. ¿Lo intentó de nuevo?
-No, hasta que murió mi madre. Pero no intentó forzarme a meterme en la cama con él. Lo único que quería era casarse conmigo. Cuando me negué a ello, me encerró en mi habitación y me dijo que no me iba a dar ni agua, ni comida, hasta que recapacitara.
-¿Y qué hiciste?
-Pues logré escaparme por la ventana y me fui a casa de Bill, que vivía en la casa de al lado.
-¿Y qué hizo Bill?
-Me dijo que me podía quedar con él, hasta que decidiera lo que iba a hacer con mi vida. Y eso fue lo que hice.
-¿Y qué hizo tu padrastro?
-Vino a buscarme, hecho una fiera. Pero Bill estuvo magnífico -_____ sonrió, mientras recordaba la escena-. Sacó su escopeta, que no funcionaba, pero Joe no lo sabía. Le apuntó a la cabeza y le dijo que como se acercara a mí otra vez, le iba a volar la cabeza.
-¡Dios mío! ¿Hizo eso Bill?
-Sí.
-¡Dios mío! -murmuró Tom-. ¿Y qué pasó después?
-Joe vendió la granja y se trasladó a Melbourne. Desde entonces no he sabido nada más de él.
-Apuesto a que no lo has echado de menos.
-Para nada.
Tom empezó a mover de un lado para otro la cabeza.
-Todavía no me lo acabo de creer. Bill, mi hermano, tan dulce y suave, amenazando físicamente a alguien.
-Si quieres te cuento lo que pasó nada más marcharse Joe.
-Sí, cuéntamelo.
-Pues Bill se desmayó. Tuve que llevarlo dentro y meterlo en la cama.
-Eso sí suena al Bill amado y querido que yo conocí.
A _____ le dio un vuelco el corazón, y miró a Tom, con lágrimas en los ojos.
-¿Lo querías mucho?
-Mucho.
-Él también te quería a ti.
-Eso espero, _____, eso espero.
-Era un hombre muy especial.
-Muy especial.
-Y ya no está -empezó a sollozar-. Y he perdido a su hijo. Ya no queda nada de él en este mundo. No es justo. No es justo...
-La vida nunca fue muy justa con Bill -dijo Tom, suspirando.
-Yo lo quería mucho.
-Sí, ya lo sé.
-Nunca lo olvidaré.
-Sí, ya lo sé.
La desolación que había en la voz de Tom le llegó al corazón. Él también estaba sufriendo. No tenía que ser tan llorona. A Bill no le hubiera gustado que fuera tan llorona. Era un hombre que aborrecía la tristeza. Y no le gustaba nada el odio en la gente. Siempre decía que era una pena que la gente no se amaran unos a otros.

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