viernes, 22 de julio de 2011

CAP. 4

-Anda, ve con ella -le consejo Harvey-. Discúlpate. Pídele perdón.
-Por favor, Tom -le suplicó simone-. Va a tener un hijo de Bill...
-¿Debo pasar el resto de mi vida pagando por el dudoso privilegio de ser la viva imagen de mi padre?-murmuró Tom.
Al no oír ninguna contestación a aquella enigmática frase, se dio la vuelta y salió de la habitación, subiendo las escaleras de dos en dos. Maud regresó de la cocina en aquel preciso instante, y observó las tres personas en silencio.
-¿Qué pasa? -quiso saber-. ¿Qué ha pasado?
-Tom dijo algo que molestó a _____ -le contestó Wilma.
-¡Otra vez! ¿Pero qué le pasa a ese chico? ¿No puede ver que esa chica es una joya? Si tuviera algo de cerebro, lo que tendría que hacer sería tratar de conquistarla.
-La cosas no son así de fáciles, Maud -le contestó Harvey.
-No veo porqué -le contestó la mujer, enfadada-. Es una chica muy guapa. Están casados. No entiendo, por qué la naturaleza no puede seguir su curso natural.
-Porque va a tener un hijo de su hermano -le dijo Wilma, muy irritada-. Dale al hombre un descanso. No ha sido nada fácil para Tom. Además, _____ todavía está muy enamorada de Bill.
-Tienes razón -suspiró Maud-. Sólo soy una vieja tonta, que cree que las cosas se pueden arreglar con un poco de voluntad. ¿Qué le vamos hacer?
-Yo sí sé lo que voy a hacer -dijo Harvey, levantando su vaso de whisky-. Voy a servirme otra copa.
-Buena idea -contestó Wilma-. Yo también.
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_____ se dio cuenta de que la habían seguido, cuando sintió que alguien se sentaba en la cama, pero nunca se imaginó que aquella persona pudiera ser Tom. Supuso que seria Wilma, o incluso Maud. Para nada simone. La madre de Bill no era una mujer a la que le gustara mostrar compasión. Era una mujer amable, pero bastante pasiva.
-Lo siento _____ -empezó a decirle Tom-. No tengo ninguna excusa para justificar un comportamiento tan grosero; lo que pasa es que no me resulta fácil comprender algunas de las cosas que hizo Bill antes de su muerte. Me alegro que me hayas dicho que nunca intentó aprovecharse de tu juventud y de tu inocencia. Créeme cuando te digo que no juzgo tu forma de actuar, ni con Bill, ni conmigo. Sólo puedo decirte que te admiro por defender a mi hermano de la forma en que lo haces. Cualquier hombre daría la vida porque una mujer lo defendiera como tú defiendes a Bill.-
_____ permaneció inmóvil por un momento, sin saber si aquellas palabras la habían tranquilizado, o desconcertado aún más. Nunca hubiera pensado que Tom fuera capaz de disculparse. Se dio la vuelta poco a poco y vio un rostro tan triste, que al instante sintió remordimientos. No pudo verle los ojos, porque estaba mirando al suelo, pero su aspecto decaído le llegó hasta el corazón.
-Yo... yo, también lo siento -susurró ella-. Siento mucho haberte pegado.
Cuando levantó la cabeza y la miró, _____ se quedó boquiabierta al ver que todavía llevaba la marca en la cara. Nunca hubiera pensado que lo había golpeado con tanta fuerza. Un poco asustada, estiró el brazo y con dedos temblorosos le tocó la parte enrojecida de su cara.
-¡No! -le dijo, agarrándole con sus dedos de hierro la muñeca, bajándole la mano hasta la colcha.
Aquella acción la hizo quedarse en una posición semisentada. Al hacer aquel brusco movimiento, el sombrero, que ya se había casi quitado cuando entró por primera vez en la habitación, cayó al suelo, y su ondulado, sedoso y oscuro cabello cubrió su cara y sus hombros.
-¡Oh! -gritó ella.
Cuando intentó retirar su mano para apartarse el pelo de la cara, él no la dejó, y la miró con tanta intensidad que casi la hizo temblar. ¿Pensaría que lo iba a golpear otra vez? No entendía porqué, sobre todo cuando le había pedido disculpas. ¿Por qué no decía nada? ¿Por qué se quedaba allí, callado, mirándola fijamente? ¿Y por qué, por qué, ella era incapaz de decir una sola palabra? La habitación, que era bastante grande y lujosa, parecía haber encogido, porque sólo se notaba la presencia de Tom en ella. Su cara estaba a pocos centímetros de la suya, tan cerca que casi no podía distinguir el color de sus ojos. Sólo veía dos manchas oscuras en las que ella parecía estar ahogándose... ahogándose... Sintiéndose desesperada, respiró hondo y se dio cuenta de que su corazón latía con fuerza. Tom tenía aprisionada su mano todavía sobre la colcha, y por un instante llegó a pensar que la iba a besar otra vez. Pero en aquel momento, Tom se puso de pie.
-No dejes que tu tierno corazón te cause más problemas, _____ -le dijo, con la cara tan seria como de costumbre, mientras la miraba desde su considerable altura-. Me merecí la torta que me diste ahí abajo, y casi me merezco otra ahora. Cuando vuelvas a tocar a un hombre así como lo has hecho ahora –le advirtió-, no lo hagas si estás en la cama con él. No todos los hombres son unos santos, como Bill.
_____ lo miró asombrada, y se ruborizó. Así que lo que había pasado era que había estado tentado a besarla otra vez. Pero seguro que él no pensaba que ella lo había provocado, o que subconscientemente le había invitado a ello. Sus mejillas enrojecieron aún más cuando lo pensó.
-Pero sin embargo, yo tengo razón -dijo Tom, dirigiéndose hacia la puerta-. Alguien debería haber colgado a Bill por llevarte a vivir con él, de la forma que lo hizo. Me niego a perdonarlo su falta de juicio. Si no pudo ver las consecuencias de tal acción, es que era el hombre más idealista, ingenuo y tonto que he conocido.- Abrió la puerta de la habitación y la miró otra vez.
-Ódiame si quieres por lo que acabo de decir, _____. Pero así es como yo lo veo. Yo quería mucho a mi hermano, lo creas o no. Pero era un soñador, que dejaba un rastro de destrucción detrás de él. A ti te ha dejado con un niño que tendrás que cuidar y a mi en una situación en la que ningún hombre puede sentirse a gusto.
_____ se levantó de la cama, se estiró un poco la ropa y se echó para atrás el pelo, con manos temblorosas.
-¡Nadie te ha obligado a casarte conmigo! -le gritó-. ¡Fuiste tú el que insististe!
-Puede que sea tonto -le dijo-. Pero no estoy tan ciego como para no ver mis propios errores. Tendrás lo que deseas, _____. Me divorciaré de ti, tan pronto nazca el niño. Y creo que lo más justo es que vivas en tu propia casa. Algún sitio cerca, donde mi madre os pueda ver a ti y al niño.
Pero no tú, pensó ella. No quiero que tú me visites.
-Lo mejor será que te laves la cara y te arregles un poco el pelo -le ordenó-. Cuando termines, baja abajo con todos.
-Pero yo no quiero...
-Todos tenemos que hacer cosas que no nos apetece hacer, de vez en cuando -le cortó-. Si no bajas otra vez, todos me mirarán con ojos acusadores, y me obligarán a subir, a pedirte que bajes. Si no puedes hacer esto por mí, entonces hazlo por Bill. Estoy seguro de que le hubiera gustado ver que la madre de su hijo se comporta como una dama en su casa, lo cual supone intentar tener las menos rabietas posibles.
Y con eso, Tom cerró educadamente la puerta, dejándola allí sola en aquella habitación. ¿Rabietas? ¡Rabietas! Sus ojos buscaron algo que pudiera tirar al suelo, para desahogarse. Cualquier cosa. El sombrero, fue lo único que podía ver a su alrededor. Lo agarró y lo tiró contra la puerta. Pero como era un sombrero que no pesaba casi nada, no llegó a su destino y calló a medio camino. _____ se acercó, lo miró furiosa y se puso a patalearlo. Al cabo de unos segundos, paró, y lo miró horrorizada cuando vio que había destrozado el velo de encaje y las flores en él prendidas. «Me he vuelto loca», pensó.
No, no te has vuelto loca, le dijo una voz por dentro. Te estás portando muy mal. Tom tiene razón. A Bill no le hubiera gustado nada este comportamiento. Nada de nada. Sintió un nudo en la garganta cuando empezó a pensar en Bill. Su Bill, su pobre Bill. ¡Cuánto lo echaba de menos! Pero no en la cama, como muchos de los que estaban en aquella casa se imaginaban. La única experiencia íntima que tuvo con Bill había sido un fracaso total en el aspecto físico. Pero no podía haber sido de otra manera, ella virgen como era y él enfermo de muerte. Lo que echaba de menos era la compañía de Bill. Sus conversaciones por la noche. Su presencia tranquila, calmándola. Había sido una relación casi espiritual, mucho antes de convertirse en una relación carnal. _____ no dudaba un momento, que en otras circunstancias el plano físico hubiera sido igual de placentero. Nunca dejó que el sentimiento de decepción se apoderara de ella, apartando de su mente el dolor que supuso aquella experiencia con Bill. En aquel momento se dijo a sí misma que ya habría otras noches. La siguiente vez sería diferente, no dolería tanto. Pero no había habido otras noches, no había tenido otra oportunidad...
Cuando _____ volvió otra vez a la realidad, se quedó sorprendida al verse allí, en medio de aquella habitación, retorciendo el ya destrozado sombrero. Le costó un mundo dejar de retorcerlo. ¿Qué era lo que le pasaba? Nunca antes se había sentido de aquella manera, tan enfadada y tan tensa, como si fuera un volcán a punto de estallar. Todavía no se había podido recuperar por haber golpeado a Tom de la forma que lo hizo en el salón. Y además había destrozado un sombrero precioso. Pero no sentía que fuera suficiente. Sintió ganas de gritar, pero para reprimirse se mordió un labio. El sabor de su propia sangre la hizo tranquilizarse un poco. De pronto se sintió avergonzada. ¿Qué hubiera pensado Bill de ella si la hubiera visto comportarse de aquella manera? Tenía que parar. Ya. En ese instante. Era una mujer casada, futura madre, no una niña incontrolable. El comentario que hizo Tom al irse, acusándola de tener rabietas, rondaba en su cabeza una y otra vez, y la hacía sentirse furiosa. Se iba a enterar. A partir de ese momento en adelante se iba a comportar con la máxima compostura y madurez. Se acabaron los comportamientos infantiles y aquel ridículo tartamudeo.
Cuando minutos más tarde bajó por las escaleras, ya era otra _____, con su cara arreglada, el pelo recogido por detrás. Cada paso que daba intentaba serenarse, calmarse y reunir más fuerzas. Pero en el momento que puso el pie sobre aquella alfombra persa del salón, las piernas le empezaron a temblar. ¿Qué habrían pensado todos ellos de su comportamiento? Seguro que todos se preguntaron qué vio Bill en aquella chiquilla histérica. Seguro que se compadecían de Tom, teniendo que cargar con una mujer que no quería y con un hijo que no era el suyo. ¿Por qué no la habría dejado Tom quedarse sola arriba? Les podría haber dicho que le dolía la cabeza. Maud le podría haber llevado algo en una bandeja. Si pudiera comportarse como lo hacía Wilma. Sabía cómo controlar una situación. No le importaba lo que los demás pudieran pensar. Ni siquiera su jefe. _____ tuvo que obligar a sus piernas para que la transportaran hasta el estudio. Cuando entró, nadie se dio cuenta de su presencia al principio. Wilma estaba sentada en el sofá, bebiendo sherry y charlando con simone. Tom estaba de pie, con Harvey, al lado de la chimenea, los dos con sendos vasos de whisky escocés en la mano. Maud estaba con la comida, en una de las mesas.
Cuando _____ se aclaró la garganta, todos dejaron lo que estaban haciendo y se dieron la vuelta, para mirarla. Ella se quedó paralizada, en el sitio donde estaba, incapaz de dar un paso. Se produjo tal silencio, que casi sale corriendo otra vez escaleras arriba, pero Tom se acercó a ella y la miró con aquellos ojos marrones tan hermosos, forzándola a quedarse donde estaba.
-¿Te sientes mejor ahora? -le preguntó. La marca en su cara se había desvanecido.
-Estoy bien, gracias -logró decir, un tanto tensa, pero sin tartamudear. Se sintió más aliviada. A lo mejor no era tan difícil superar los próximos minutos.
-Magnífico. Entonces ven que te doy algo de beber -le dijo, dándole la mano, llevándola hacia la mesa.
Le sostenía la mano con mucha suavidad, a diferencia de la forma que la había agarrado cuando estuvo en su habitación. Pero casi tuvo el mismo efecto sobre ella, provocándole un temblor en todo el cuerpo, que ella achacó al nerviosismo. _____ se negó a admitir que fuera miedo. ¿Por qué iba a tener miedo de Tom? La idea era ridícula. Sólo se podía tener miedo de los enemigos, y Tom no era su enemigo. Tampoco lo odiaba. Aquel sentimiento había sido provocado por una reacción infantil por su parte. No quería que nadie pensara que ella lo odiaba, tampoco. De pronto, se detuvo, separó la mano de la de Tom y dirigiéndose a todos los que estaban en aquella habitación, dijo:
-Tengo algo que decir -empezó, frotándose las manos, un tanto nerviosa-. Siento mucho haberme comportado como me comporté antes. Y me arrepiento de haberle pegado a Tom. No, Tom por favor -le dijo, cuando él hizo amagos de interrumpirla-. Tengo que decirlo.
Tomó aliento, antes de continuar lo que estaba diciendo.
-No creo que sea justo que me comporte así, cuando todos habéis sido tan amables conmigo. La forma de actuar de Bill puede que os resulte irresponsable, y puedo entender que estéis enfadados con él. Pero no conozco a ningún hermano que haga lo que tú has hecho hoy -sintió que las lágrimas le acudían a los ojos, pero las reprimió-. Estoy segura de que Bill hubiera querido que yo cooperara y no pusiera las cosas más difíciles. Creo que con mi comportamiento, lo he decepcionado.
En ese momento sintió unas ganas tremendas de echarse a llorar, pero Wilma al verla, se levantó y se fue a su lado.
-¡Tonterías! Bill se debe sentir orgulloso de ti, por lo que has hecho hoy -insistió con firmeza, mientras le sostenía la mano-. ¿No es verdad?
Todos los demás asintieron. Pero Tom permaneció en silencio.
-Y estoy segura de que Tom no te tendrá en cuenta la bofetada que le has dado –continuó Wilma-. Estoy segura de que no es la primera vez que una chica le pone la mano encima-añadió, en tono burlón-. Está bien, vamos a comer lo que Maud ha preparado. Tengo un hambre que me muero.

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